Un espacio de viajes entre la música y palabras

Es que una vez más la música es la responsable

martes, 20 de diciembre de 2011

La palabra es de ellas

En estos últimos días he tenido el inmenso placer de sumergirme de forma continuada en la lectura de tres novelas maravillosas, tres obras que guardan algunas conexiones entre ellas, algunas peculiares y otras menos, pero que sobre todo son tres libros espléndidos, que me han abducido con una intensidad similar y, sobre todo, de forma extrema. La primera circunstancia reseñable, y que se puede deducir del título del post, es bastante obvia, las tres autoras son mujeres. Afortunadamente para los lectores y para la humanidad en general, este hecho, que estadísticamente no es normal, no constituye una sorpresa excesiva, a pesar de los descerebrados que hablan de una literatura de mujeres, el arte no tiene sexo y no precisa de uno en concreto para ser gestado. La historia de la literatura está nutrida de suficientes escritoras como para descartar que el dato pueda resultar novedoso, por citar cifras relacionadas con su participación en la vida literaria, diremos que veinte de los ciento ocho ganadores del Nobel de Literatura, un premio que, como todos, junta basura con demasiada asiduidad, han sido mujeres. La cifra resulta bastante certera, nos habla de una presencia menor pero constante. Mi percepción particular, a pesar del título, es que hombres y mujeres tienen la misma capacidad narrativa y que el talento no tiene más condicionantes que el trabajo y la posibilidad de desarrollarlo.
Y porqué ese título entonces?, si no existen diferencias debería ser: la palabra es de todos, o alguna chorrada similar, pero no, resulta que las tres autoras son conyugues de tres autores, en los tres casos forman parte de un matrimonio de escritores y en dos de ellos, como sería de esperar en la sociedad machista en las que nos desenvolvemos, la fama de la familia se la lleva el varón. Huelga decir que la circunstancia es fortuita ya que la elección de la lectura se ha producido, en los tres casos, de forma casual y no relacionada entre sí. Es más, cuando estaba leyendo el segundo caí en la cuenta de que la autora también era esposa de escritor y al acabar la lectura del tercero, y con la tonta esperanza de que se produjera la misma circunstancia, me pongo a indagar datos biográficos de la novelista y me topo con otro marido literato, el título me viene rodado.
Un primer paso en el trío, gran novela
Pero lo que vincula de forma importante los tres trabajos no es el sexo de sus creadoras, ni su vida privada, lo que convierte en extraordinaria la experiencia es el altísimo nivel literario de las tres y unas constantes temáticas que intentaré desarrollar en la medida de mis capacidades. No hay una homogeneidad formal de ningún tipo entre los tres escritos, aunque las tres son parcialmente contemporáneas, y han producido obras de extraordinario interés, si nos aplicáramos a la fútil tarea de etiquetar las novelas por estilos literarios podríamos decir que andamos con una exponente del mejor realismo mágico iberoamericano, una representante de la gran tradición narrativa estadounidense del siglo XX y con una excepcional creadora de novela costumbrista-psicológica, pero si obviamos nacionalidades las etiquetas serían intercambiables con bastante solvencia. Son tres novelas que hablan de la locura, la soledad y sobre todo, de la familia, de ese campo de minas emocional que proporciona la estructura básica que la civilización nos ha impuesto.
Glosaremos las obras en el orden en que fueron leídas sin que ello signifique una jerarquía de ningún tipo,  las tres obras se han incorporado al catálogo de libros que pertenecen a la categoría de los que han de ser leídos por todas las personas que me rodean, qué mejor herramienta que una entrada en el blog.
... la sensación de que incluso si llegáramos a rescatar hasta los últimos retazos de una vida y los amontonáramos en una inmensa pila y luego los cribáramos cuidadosamente en busca de todos sus posibles significados, seguirían sin sumar una existencia completa.
Apenas estamos en los inicios de Todo cuanto amé (2003) y Siri Hustvedt ya nos ha capturado con su lento descubrir de la trama, el párrafo resaltado pertenece a los pensamientos del protagonista, otra coincidencia de los tres libros, que no es una mujer, es el historiador del arte judío, Leo Hertzberg. La novela arranca con el inicio de la amistad de Leo con Bill Wechsler, el pintor que es autor del cuadro que provoca estas reflexiones en la voz de Leo-Siri. El aviso es contundente, vamos a teorizar sobre lo abstracto con la ayuda del hilo, hilos, que la red de relaciones entre los protagonistas hará, harán, brotar. Vamos a sentir el goce y el dolor, el desarraigo y la complicidad, y sobre todo, la inmensa soledad que Siri propone como paradigma vital de la existencia, nos la muestra en el germen de la pareja y en su trayecto, en la preciosa amistad entre Leo y Bill, la escritora expone de forma muy lúcida su visión sobre el ser humano como ente social y no se deja engañar por los acontecimientos, somos seres solitarios que a veces tenemos la fortuna de conectar con otro ser igualmente solitario. Algún lector podría sospechar que la novela es un tocho arduo y farragoso a partir de esta presentación inicial, y nada más alejado de la realidad, la prosa de la Hustvedt es luminosa y ágil, contiene todas las virtudes que han hecho de la narrativa USA contemporánea una de las más excelentes del momento, hay más luz de Fitzgerald que de Faulkner (no todo podía ser perfecto), hay una gran historia que es mejorada por la calidad de la escritora. El subjetivismo narrativo nos permite sentir mejor el peso de la soledad citada y también nos hace estar mejor acompañados. La perplejidad ante la cualidad abstracta que se le antoja impercibible a Leo en el cuadro, y que le hace realizar la declaración consciente sobre la incapacidad última en conocer al otro, es uno de tantos momentos profundos que llenan el libro y en los que el lector se permite la pausa, aventura la reflexión y logra la excitación intelectual, no solo es un libro cuya historia te captura (que no es ni mucho menos poca cosa) es un viaje por el alma y sus lados sombríos.
Soledad.... y locura.
... pero la demencia se mide en grados, y en la mayoría de nosotros, en algún momento de nuestras vidas, incurrimos en ella de un modo u otro, percibimos su insidiosa llamada y la atracción de su caída.
La salud mental, sobre todo su falta, es una constante fiel en Siri. Ya comenté en una entrada anterior su rigurosa obra La mujer temblorosa o la historia de mis nervios (2009) y el rastro del interés que siente por ello tiene un peso considerable en la novela, el párrafo citado no proviene de un personaje enfermo, eso sería vulgar, el pensamiento lo desarrolla Leo ante los estragos que un comportamiento perturbado provoca en las vidas de algunos protagonistas. Lo realmente impactante de este aspecto del libro es el inmenso amor con el que es tratado el personaje que padece la enfermedad, que incrementa el descontrol en su desarrollo. La maestría narrativa de la novela nos permite convivir con la insanía con una intensidad muy potente y muy humana, no creo necesario aclarar que, como en todo texto de nivel, no hay buenos y malos, existen víctimas inocentes y víctimas detonantes pero nunca hay referencia a la maldad humana como fuente de las desdichas o avatares. Su limpieza moral, tan en la tradición de Hammett o Chandler, es lo más humano que se pueda concebir, el no recurrir a la demonización del personaje que hace que un protagonista se enfrente a sus demonios es uno de los valores más solidos sobre los que la novela se aposenta. La historia mantiene en todo momento un desarrollo perfecto, hay saltos necesarios para que no se entumezca la lectura y hay recreaciones pausadas de lapsos que se revelan imprescindibles para tomar aire y seguir viviendo con Leo, Erica, Violet, Bill o Mark, seguir su proceso vital y asistir al efecto disgregador que los días les provocan. Todo cuanto sucede es verosímil y existe un momento sísmico, inesperado, que amenaza con romperlo todo pero no es más que otro acontecimiento en la existencia de nuestros personajes leídos, porque de la misma manera que los sabios conocen y propugnan, el abismo es detenerse, la vida es moverse.
La mirada hermosa y profunda de una mujer excepcional, Siri
... Sy Wechsler fue la encarnación del anhelo jamás alcanzado por su hijo. Era una de esas personas que nunca llegan a estar del todo presentes en los acontecimientos de su propia vida: había una parte de él que siempre faltaba, y era esa cualidad ausente en su padre lo que Bill nunca dejó de perseguir, incluso después de su muerte.
Brutal. La pincelada que destaco sobre el tercer rasgo de la novela, la familia, es breve, pero desnuda con precisión de orfebre la terrible voracidad emocional que pueden provocar, y que normalmente provocan, las relaciones familiares. Todo cuanto amé es una aventura afectiva y el título ya lo muestra de forma rotunda, el amor de los personajes se extiende más allá de la familia, entendida con el patrón habitual de la misma, pero las minusvalías emocionales provienen todas ellas de las ausencias, de las incomprensiones, de los ritmos asincrónicos y de los desconciertos, que se han generado en los núcleos familiares de cada uno de los personajes. Para Siri la familia es el universo y a partir de él construye su realidad, tengo la impresión de que lo hace en su vida y por ello en sus obras no puede escaparse de recrear esta misma dinámica. Sus libros se pueblan de emigrantes de segunda o tercera generación que mantienen constantes referencias a abuelos, tíos y demás parientes, que construyen los retratos de sus relaciones a partir del puzzle que conforman todos ellos, sus personajes SON en cuanto pertenecen a un clan, la familia. Pero la visión sobre la misma no es edulcorada ni complaciente, recorre el texto un constante cuestionamiento sobre los lazos y las servidumbres que tanto mercadeo emocional provocan, la visión es crítica pero cautiva, saber no significa liberarse y a veces, incluso, el prisionero elige quedarse dentro porque ese es el entorno donde mejor modula sus opciones vitales, nada que la vida no nos muestre una y otra vez. La mirada de Bill sobre su padre es la de un sediento, la de Leo es la de desconcierto, otras miradas son de alternancia entre el dolor y el sorpasso. Es obvio que este blogero esforzadillo tan solo conseguirá que sus lectores se pregunten que significa todo ello, la respuesta es sencilla, se trata de leer esta preciosidad de vida que se llama Todo cuanto amé.
Los días que siguieron a la finalización de la novela de Siri los dediqué, como lector, a una novelita desengrasante y a proseguir La mujer temblorosa (una obra transversal que ha cruzado por varias lecturas, la finalicé a mitad de la novela que sigue ahora). Quería dejar pasar un espacio de tiempo antes de sumergirme en la relectura que me atendía, como cuando uno acaba de probar un bocado exquisito y se toma un respiro en la ingesta antes de hacerlo desaparecer con el siguiente.
... Estoy y estuve en muchos ojos. Yo solo soy memoria y la memoria que de mí se tenga.
En la primera página de Los recuerdos del porvenir (1963) la escritora mexicana Elena Garro nos apunta con el arma furibunda de su prosa arrebatada y no nos deja respirar hasta que la novela, cuando ya no queda más remedio, se acaba.
Una de las mejores novelas que jamás he releído
No quiero dejar pasar la oportunidad de adjudicar la responsabilidad de esta fabulosa relectura, la primera vez que ley Los recuerdos yo contaba con 17 tontos años y no supe ver todo lo que contenía la obra, la leí, la disfruté, y la archivé en el catálogo de "boom latinoamericano", hace un par de meses la excelente blogera que es Paz publicó una entrada http://elfaro-paz.blogspot.com/2011/10/los-recuerdos-del-porvenir.html que me hizo desear volver a leer el libro, o sea que ya sabéis, si mis palabras no os convencen pinchad en el enlace que ella seguro que lo hará. Gracias Paz.
El narrador de la novela es Ixtepec, un pueblo del sur de México, un espectador del tiempo en medio de las guerras cristeras que cabalgaron el país en la segunda mitad de los años veinte. Tampoco es una mujer la que da voz a las palabras.
...Los años han pasado y aquella inmensa noche en que velamos a la iglesia se aparece en mi memoria con la claridad de una luciérnaga; también como una luciérnaga se me escapa.
Los recuerdos del porvenir es una historia repleta de soledades; como en el libro anterior, la extraordinaria perspicacia de la autora revela la soledad absoluta de todos los que tienen voz en el libro, Ixtepec es uno más, y vive la soledad a partir de que se sabe existente solo a través de la memoria, cuando esta se extinga, el olvido lo apagará. Elena entra en las almas de algunos de los habitantes de la historia y desnuda sus desnudeces, la angustia que les provoca la distancia que el exterior a sí mismos les provoca, Isabel, cuando la adolescencia se esfuma, se sabe despojada de las únicas complejidades que mantenía con sus hermanos y el mundo se le revela como un terreno plagado de señales incomprensibles donde sus realidades no encajan. La pasión total que sufre el General Rosas no es más que otro símbolo perpetuo de soledad, no existe dimensión mayor para ella que el amor no correspondido, la prisionera física que es carcelera emocional y tirana de una historia que no pretende vivir. La llegada del extraño, Felipe, "Vino a por ella", a modo de coro griego esta frase recorre el pueblo, es el amante despojado que combate su soledad con la osadía del que no tiene nada que perder. La llegada de Felipe en medio del caos de violencia que asola Ixtepec, "La noticia de la llegada del extranjero corrió por la mañana con la velocidad de la alegría", un acontecimiento que hace prever cierto ruptura con la soledad, pero ésta es tenaz y no ceja en su abrazo.
Tanta sensibilidad en esta gran escritora!!
... En estos días era yo tan desdichado que mis horas se acumulaban informes y mi memoria se había convertido en sensaciones. La desdicha como el dolor físico iguala los minutos. Los días se convierten en el mismo día, los actos en el mismo acto y las personas en un solo personaje inútil.
Hay tanta demencia en el Ixtepec narrado que uno llega a la conclusión de que la pobre etiqueta de ·realismo mágico" adjudicada a la obra, y por extensión a la autora, los recuerdos es su primera novela, se acuña ante la evidencia de que tanto desvarío circulando en tan poco terreno necesita de la magia para poder ofrecer algo de subsistencia vital, y todo es tan real, toda la novela se traza a partir de episodios históricos, que el sello que luego quedaría casi en propiedad de García Márquez, parece casi obligado.
... Luchaba entre varias memorias y la memoria de lo sucedido era la única irreal para él.
Pero hay que dejarse de conceptos que encajonen un libro tan universal y libre como este. Elena halla locos en las locuras de sus personajes, en la mirada trágica, de la tragedia griega (con la que guarda poderosas similitudes), que utiliza para explicarnos a los personajes, y tal como afirmaba el personaje de Todo cuanto amé, todos hemos incurrido en mayor o menor grado en la demencia a lo largo de nuestras vidas. Su mirar profundo en las almas es el que destapa los desvaríos de los Moncada, del general, casi de todos excepto Julia, de la que poco de su interior se nos muestra, tal vez porque sea más detonante que personaje, tal vez porque Elena no quiere ahondar en un perfil demasiado próximo.
... oyó los rumores de la noche y se sintió asfixiada por el tiempo quieto que vigilaba las puertas y las ventanas de su casa. La voz de su hijo le llegó: Yo no quepo en este cuerpo.
La novela cuenta con un personaje reconocido como enfermo mental, Juan Cariño se cree el presidente y ama los diccionarios, el dibujo del tipo es preciso y como la mayoría de los habitantes de la novela, entra y sale de la misma sin acabar de irse ni estar del todo, el apellido con el que le crea la Garro define su forma de aproximarse a todos los locos de su libro. Ixtepec afirma "De todos los locos que he tenido, Juan Cariño fue el mejor", amor por la humanidad y maestría absoluta de la escritora. Finalmente la locura sublime de Isabel, loca del amor por estar loca de amor y rota por dicha locura...
 ... Desde niños estábamos bailando este día.
La novela gravita alrededor de la familia Moncada, los niños Juan, Nicolas y la niña Isabel. Desde los recuerdos de sus horas infantiles y el peso del tiempo que va anudando los vínculos que ni la muerte acallarán. En esta visión de la familia hallamos las antípodas de la visión anterior, Elena sabe de la capacidad de generar catástrofes que la institución conlleva pero la presenta como el único vínculo permanente entre la soledad demente de los seres humanos y el exterior. La casa sitiada de los Moncada en una parte de la novela es un perfecto símbolo de esta concepción de refugio y prisión afectiva.
... Sin el tictac, la habitación y sus ocupantes entraron en un tiempo nuevo y melancólico donde los gestos y las voces se movían en el pasado.
En las páginas de la novela nos encontramos más estructuras familiares, no sanguíneas pero también conchavadas en las fisuras de las relaciones familiares: La familia de las putas, la de las queridas, las familias que se dibujan con trazo preciso pero escaso en las cercanías de los Moncada. Ixtepec nos habla en la voz de las familias y en ellas se duele.
Los recuerdos del porvenir se me asemeja como un fresco extraordinario donde uno debe reconocerse para poder liberarse de soledades y locuras, es un legado más que hermoso de una escritora que no debe arrinconarse entre literatos menores con los que le hacen compartir corriente y que no puede ser conocida como la esposa de su marido.
... Todos los niños se rieron: un murmullo de risitas y grititos, como una ola de verano al alzarse sobre los guijarros.
Una portada "mejorable" para una obra inmejorable
La familia Pollit habita en la turbadora tercera novela a glosar y el descubrimiento y lectura de la obra también tiene un causante que es preciso revelar. Felipe Benítez Reyes es un escritor, que me descubrió a su vez Aída, que tiene un magnífico blog cuyo enlace se encuentra en el apartado de blogs que me hacen blogear. El día anterior a mi cumpleaños publicó la entrada http://felipe-benitez-reyes.blogspot.com/2011/09/christina-stead.html que recomendaba El hombre que amaba a los niños (1940) de la escritora australiana Christina Stead, yo no había oído hablar ni de la novela ni de la autora pero a partir del post de Felipe decidí autorregalarmela para mi cumpleaños y así lo hice, y la leí, mejor dicho devoré y disfruté de forma extraordinaria y por ello hablo de ella (como decía mi abuelo, cuando no tengas algo bueno para decir de alguien, mejor te callas). Felipe no solo recomienda el libro, además, lo prologa y he de reconocer que nuestras miradas sobre el texto son algo diferentes, él escribe un prólogo magnífico pero, evidentemente, no es el que yo hubiera escrito en algunos aspectos y son los que trataré de descifrar.
... Hay un extranjero aquí. El extranjero se llama odio.
La familia Pollit es un conglomerado alrededor del matrimonio formado por Sam y Henny, lo componen ellos mismos, los siete hijos, y familiares sirvientes que conviven temporalmente con ellos. Los miembros del grupo, todos y cada uno de ellos, están trazados con las pinceladas de la demencia. Si los personajes de las tres novelas se midieran en grados de insanía mental diríamos que Stead barre por goleada, no sólo los protagonistas principales, es que cualquier personaje del universo Pollit es un loco, y también un ser humano que trasluce su dolor. Sam es un dictador caprichoso y puritano cuya locura infantil tiñe de juego la existencia y con el juego se va hundiendo hasta niveles de miseria extremas, pero su tintura pinta sonrisas en las caras de casi todos sus hijos y con ellas va avanzando, éstos a medida que van creciendo le abandonan el afecto y buscan aire "sano". Los análisis sesudos sobre la novela y la autora fijan el personaje como el eco de la figura paterna de Christina, tal vez por ello es el personaje que más presencia tiene y el que menos habla interiormente, siempre hay mucho ruido y muchas palabras en su cabeza y en su boca, pero cuando cerramos el libro sentimos que es con el que menos hemos convivido.
... porque el Destino siempre le brindaba una lección, igual que el libro que cae abierto por una página específica, igual que el recorte de papel de periódico embarrado que arrastra el viento e incluso igual que el rótulo de una tienda podía contener un mensaje para él, porque para él el Mundo era sagrado y, cualquiera que fuese el mensaje, él no era de los que volvían la cara, sino que le sonreía, ya que pensaba que el Destino estaba de su parte.
Un loco, un charlatán hueco, una figura externa que se nos narra desde fuera y esto no sucede con Henny, la madre-madrastra. La perturbación de Henrietta, en eso coincido con Felipe, es terrible, es una mujer terriblemente arisca, con un odio hacia casi todo y casi todos, empezando por ella misma. Un ser que despelleja con sus comentarios a cualquiera que se ponga a tiro pero que cuenta con la adoración incondicional de los hijos. ....siempre haciendo cosas que para ella tenían un sentido muy privado. Era una bruja encantadora y desaseada. La bruja familiar. La autora sí que nos permite vivir en la mente, en la intimidad más absoluta de Henny y con ello nuestra empatía es tendente al máximo, sufrimos con ella en su incapacidad para ver, para percibir con lucidez que el dolor de la locura es el verdadero dolor que padece. Ella le achaca a Sam todas sus desventuras, y a los niños, y a veces a ella misma, pero su mal es la intensa perturbación mental que padece.
Lulu o Christine, en melancolía
... Hay una enferma entre estas paredes,
sé que está loca por las canciones que canta....
Louie, Lulu, Lulunena y unos cuantos nombres más creados por su padre Sam, es la hijastra de Henny, la preadolescente que Christine fue en parte y la verdadera protagonista de la novela, su demencia es fruto del desquerer de su madrastra, madre la llama ella y de la progresiva aversión que le produce el mundo paterno. Es un personaje tan maravillosamente dibujado, tan terriblemente desdichado pero con el que se viven de forma intensa las contadas alegrías que le suceden en la existencia narrada. Reconozco que gran parte del mérito de la obra se lo adjudico a esta autorecreación que la escritora construye con tanto amor, la niña escritora, gruesa y desgarbada que sueña con ser actriz, sueña con ser dramaturga, sueña con no ser ella misma y el sueño se troca en delirio haciendo aparición la insanía. Louie escribe en una obra de teatro que le regala-escupe a Sam: "Mi pecado es la soledad. Mi alegría también. Aunque es extraño que me sienta culpable en tu compañía."
Y de nuevo nos encontramos una historia repleta de seres aquejados de soledad. Los domicilios de los Pollit están abarrotados y las palabras de los mayores y los juegos y risas y riñas de los menores llenan las horas y los sitios, pero el trío protagonista es un trío de personas cuya vida transcurre en soledad permanente, casi nunca hollada. Sam parlotea y parlotea mientras ve como su discurso resbala sobre las mujeres de la casa, vence por autoridad machista pero no convence, se sabe solo en el empeño de creerse un gran hombre y muchas veces discursea para oírse y paliar su inmensa soledad.
... sus bromas y sus nombres cómicos salían de su boca con restos de herrumbre.
Henny, la señorita de buena familia venida a menos, y luego muy a menos, deambula por el libro sin apenas contacto con casi nadie, sola en su habitación tomando té tras té, sentada en su butaca haciendo solitarios, haciéndose trampas en sus solitarios, qué magnífica historia la de los juegos de cartas de Henny, no lo desvelaré para no restar el placer a los lectores de la novela pero al final de ese momento de naipes hay una escena en la que Henny da una de sus intermitentes muestras de lucidez y es muy bello. En la soledad de Henny hay colaboraciones externas, su progresiva ruina le conmina a endeudarse con todos y eso la aisla, el devenir de la familia le aleja de sus parientes y eso la encierra más. Henny es la soledad creada por su locura y por su realidad, y tantas veces nos damos cuenta de que en soledad es cuando es mejor articuladora de su existencia. ... La suya era una amabilidad malhumorada, en pugna con sus peores sentimientos. Cuesta no amar a esa arpía huraña y esquiva, cuesta mucho. El aislamiento de Louie proviene del rol que Sam le otorga, es mujer y ya está dejando de ser niña y tiene que hacer las faenas de la casa, es hija suya y la maltrata para que Henny "tenga" que mimarla, es profunda y por ello debe ser espiada y controlada. Pero Louie encuentra en sus ensoñaciones alivio a la realidad, ya se sabe que el ensueño es sinónimo de soledad, en ningún momento encuentra con quien compartir su mirada hacia el futuro, con su amiga Grace hay atisbos pero no cuajan, Grace es demasiado "normal", con su adorada señorita Aiden el exceso de pasión crea una ilusión que se revela ficticia. Sola, solos en su devenir ... entre ellos no existían palabras inteligibles ... y uno de los mayores logros de la obra son los destellos de complicidad y comprensión entre ellos que suceden de forma escasa pero suceden.
...Incluso pensaba con ira en sus hijos: estaban devorando, ni más ni menos, su propia carne, igual que cuando los amamantaba.
Es preciosa la inserción al inicio del pensamiento de ese "incluso", Henny ama a sus hijos a su pesar, pero le repele la prisión que le construyen. Todos los Pollit son personas con un sentido familiar muy profundo, es la unidad social que les confiere sentido y personalidad, las relaciones fuera de ella son muy escasas y no mantienen ni una pequeña parte de la intensidad de las familiares. Unos y otros respiran en familia y son conscientes del ahogo que les comporta, tal vez el menos familiar sea Sam puesto que su voluntad de llenar la casa de hijos tiene un sentido más sectario que familiar, pero también es nadie fuera de ese entorno. Lulu, mi tesoro, solo tiene una objeción a la familia, quisiera que fuera otra donde sentirse hija y no marciana, en las temporadas que pasa con familiares se descubre menos propensa a su retraimiento y crece deseosa de ser algo más que el estorbo útil en el la convierten. Una vez más en los tres libros el concepto familia es el más potente y es en esta novela donde se muestra de forma más rotunda el inmenso poder destructor de esta unidad social. La estrechez de los lazos deviene mimbres de la soga donde asfixiarse y tan solo la luminosa y cantarina presencia de los seis menores aporta un hálito positivo al grupo. Christina-Lulu tan solo quiere que exista la parte cómplice y armoniosa, ambas saben de la otra.
Ha sido un viaje impresionante por tres libros muy diferentes y con los que yo he querido "jugar" con sus similitudes tan solo como excusa para hablar de ellos y recomendarlos de forma encarecida.
Antes de cerrar unos datos pertinentes:
Paul Auster es el marido afortunado de Siri Hustvetd, el gran Octavio Paz es el conyugue privilegiado de Elena Garro y el, para mí desconocido, y William J. Blake es el marido ennoblecido por Christina Stead. Tres literatos de distinto fuste y de reconcimiento dispar, pero los tres podían decir en sus casa que la palabra era de ellas, el único que lo ha dicho es Paul Auster (de ahí descubrí a Siri) y el reconocimiento es para él aunque sea para indicar lo evidente.
Todo cuanto amé está editado por Anagrama y fantásticamente traducido por Gian Castelli.
Recuerdos del porvenir está editado por 451 editores y obviamente no está traducido.
El hombre que amaba a los niños está editado por Pre-Textos, prologado por Felipe Benítez Reyes y impecablemente traducido por Silvia Barbero.
Los tres se encuentran sin excesiva dificultad en las librerías ya que son ediciones recientes.
Gracias Paul, Paz y Felipe

6 comentarios:

  1. Gracias, Ferrán. Me alegra que te haya gustado la novela. A mí me resultó estremecedoramente hermosa. Por eso corrí el riesgo de recomendarla.
    Un abrazo.

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  2. Gracias a ti, Ferrán. Celebro que disfrutaras con la relectura.

    Me ha encantado tu entrada. Se ha hecho esperar, pero ha valido la pena.

    Y, por supuesto, me ha encantado también tu generosidad. Al no ser necesaria se vuelve preciosa.

    Un abrazo

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  3. Hola Felipe!!
    No te puedes imaginar la alegría de tenerte de visitante en mi blog, ya habrás visto que yo no considero un riesgo recomendar las cosas que me apasionan y he puesto tres libros en el tentadero de mis visitantes. Muchas gracias por todo.
    Saludos

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  4. Hola Paz!!
    Antes que nada una cosita, !!!Se añoran tus entrada!!!!, es decir yo las añoro y estoy seguro que unos cuantos más.
    Gracias por tu comentario, ha sido un placer el poder combinar recomendaciones de libros y de blogs, para mí dirigir la atención de mis lectores a tu blog es una combinación de obligación y placer, obligado por ser tú la impulsora de la relectura, es de recibo decirlo, y un placer porque sé que algunos de los que me hagan caso también te "reclamarán" nuevas entradas cuando te demores un poco.
    Un abrazo agradecido

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  5. Seguiré encantada tus recomendaciones, Todo cuanto amé, me está gustando mucho, soy menos propensa a reflexionar sobre lo que leo en la mayoría de situaciones, creo que me cuesta ver más allá de los arboles (algo así me dices en alguna ocasión), vaya que me distraigo con la superficie y no ahondo en el significado. Soy una presa absoluta de las sensaciones que experimento al leerlo. Y a partir de esta forma de leer, puedo decir que la autora me ha capturado completamente. Recomiendo su lectura sin ninguna reserva.

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  6. Hola MiMaría (creo que ya estás al día),
    A mí me da envidia tu manera de leer, esa capacidad para sentir cuando te sumerges en un libro es una virtud, que reste cierta capacidad analítica solo significa que cuando lees gozas, y de eso se trata. Las disquisiciones puede existir o no, son secundarias.
    Un beso vacacionera

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